jueves, 31 de enero de 2008


Tres vidas, tres etapas, tres formas de pensar…
Ubicados por orden de llegada, cada niño representa una forma de vida: la nena, llena de luz, como su clásico vestido amarillo, resalta la sencillez, la frialdad de sus movimientos, el entender que cada paso debe ser firme y seguro; Postrado en el pilar derecho, su gracia parece ocultarse , la gorra resalta las ganas de permanecer siempre joven, placido y sin afán ninguno, confronte al mundo que lo rodea; En medio de las torres descansa la chispa que complementa este circuito funcional, que atiende malestares, marcados por un lazo que debe organizarse y un gesto de total afinidad con la vida. Entre próceres se atreven a retar al mundo que sus espaldas espera, con nubes cargada de retos que su perseverancia espera alcanzar.